Las redes sociales son también espacio de protesta y movilización para milenials y centenials

  Los milenials y los centenials han traído nuevos modelos de activismo y participación a la universidad. Jornadas OCUD.

Clem Onojeghuo / Unsplash

28/01/2021
Àngels Doñate
A pesar de su apariencia cómica, los memes tienen como objetivo la denuncia social

Los milenials y los centenials han traído nuevos modelos de activismo y participación a la universidad. Las redes sociales e internet son su espacio para informarse sobre lo que sucede, comunicarse, mostrar su descontento... ¿Pueden, además, sacarlos de casa y llevarlos a generar el cambio? ¿Universidad y jóvenes viven una relación de encuentro o desencuentro en esta lucha? Tres jóvenes activistas participaron en la mesa redonda «La CUD en tiempo de millennials y centennials. ¿Listos para el cambio?», en el marco de las VI Jornadas OCUD, Avances y Retos de la Cooperación Universitaria al Desarrollo, celebradas los días 20 y 21 de enero y organizadas por CRUE Universidades Españolas, el Observatorio de Cooperación Universitaria para el Desarrollo (OCUD) y la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Como dijo la moderadora Rosa Lena, técnica de la Oficina de Cooperación al Desarrollo de la Universidad de Sevilla, «su llegada nos obliga a replantearnos nuestra forma de entender la cooperación universitaria al desarrollo. Tenemos la obligación de integrar a nuestro alumnado actual en nuestro ámbito de trabajo y, para ello, hay que escuchar sus demandas».

«Cada vez es más frecuente que los jóvenes se manifiesten por medio de las redes sociales y, en ocasiones, ese ciberactivismo implica también una movilización social, como pasó en el 15-M. El ciberactivismo real se convirtió en activismo real y provocó cambios en la sociedad», explicó María del Mar Agüera, autora del trabajo final de grado Millennials, la generación indignada. Análisis del ciberactivismo a través de los memes entre los alumnos de Periodismo de la Universidad de Sevilla.

Según ella, su trabajo pretendía demostrar esa transformación, así como «el impacto tan grande que supone un meme y la interacción que genera, y que el activismo llevado únicamente por medio de internet también influye y repercute socialmente». Su exposición comenzó definiendo los milenials como «los nacidos entre 1985 y el año 2000. No somos nativos digitales, pero hemos crecido con las redes sociales: vivimos conectados a ellas y a internet. Los centenials son los nacidos a partir del año 2000: no conocen ni conciben la vida sin nuevas tecnologías. Son la generación que ha incorporado internet en su primera etapa de socialización y están muy sobreexpuestos a la información, pero a cambio son multipantallas, creativos, emprendedores e innovadores». Para todos ellos, «las redes no solo sirven como fuente de información y comunicación, sino también como espacio de protesta y manifestación», y Facebook y Twitter son los principales espacios.

 

Los memes como denuncia social

Para María del Mar Agüera, «el malestar y el interés social, político y económico entre los milenials es evidente, pero la realidad es que ni la mitad de quienes comparten esas denuncias por internet llega a hacer algo por cambiar la situación». Asegura que los milenials «a veces reflejamos nuestros sentimientos y pensamientos utilizando memes y los consumimos a menudo», según los datos recogidos en sus entrevistas a compañeros de su facultad, quienes afirman que su objetivo es la denuncia social a pesar de su apariencia cómica. Para la ponente, «los milenials somos cada vez más exigentes, pero parecemos habernos resignado con algunas cosas. ¿Cómo podemos ir más allá del meme en el activismo?». La respuesta es sencilla: por medio de la educación. Para Agüera, «las nuevas generaciones tenemos que aprender a vivir en el mundo en que estamos con las redes sociales e internet, pero no debemos olvidar lo vital, que es educar a los que vienen en apostar por la lucha activa en la vida diaria y por la lucha por medio de armas poderosas como internet y las redes».

Lucas Barrero, activista ecosocial y autor del estudio El mundo que nos dejáis (Destino), consideró que son la generación crisis: «empezamos con la de 2018 y eso se tradujo en los recortes que notamos en el colegio, en el instituto y en la universidad. Ahora nos encontramos en el contexto del coronavirus, con el que se acrecientan nuestra inseguridad y nuestros problemas. Venimos arrastrando la crisis medioambiental con el cambio climático y la degradación medioambiental». Según él, eso «nos genera una desafección, un desánimo» que ha llevado a los jóvenes a salir a la calle y que se ha traducido en una movilización social. En su caso y en el del movimiento Fridays for Future, del que forma parte, el motor no fue un meme, sino la figura de la joven sueca Greta Thunberg, «que se convirtió en un fenómeno viral tras su intervención en la cumbre climática. Muchos jóvenes compartíamos esos vídeos, memes y sus tuits, y empezamos a hacer huelga todos los viernes». «Lo principal es destacar que son nuevas formas de movilización no regladas ni institucionalizadas. No había ningún tipo de organización, decidimos salir a la calle y generamos un movimiento social, asambleario. Yo diría que no estamos preocupados solo por esta situación de crisis que viene motivada por la crisis medioambiental, sino también por la crisis social, de la inmigración… Los jóvenes estamos en la primera línea, estamos abanderando esas movilizaciones

Cristina Barrena, cooperante y exfacilitadora de Global Challenge, compartió su experiencia en esta «iniciativa que busca una sociedad más comprometida con el cumplimiento de los objetivos de desarrollo sostenible y la Agenda 2030. Los estudiantes participamos como voluntarios y creamos acciones de concienciación y formación con las temáticas que nos interesan. Las hacemos llegar al resto de estudiantes, y Ongawa y la universidad lo facilitan y guían. Esta iniciativa es el primer contacto con el activismo para mucha gente en una etapa —la universitaria— en la que se producen muchos cambios. Es el inicio de un proceso de entendimiento, de una forma de canalización de motivaciones y de unirnos a todos». En el ámbito personal y desde una parte más emocional, para ella, Global Challenge supuso «un punto de encuentro, no estar sola, un "yo también quiero cambiar las cosas", mucha ilusión, mucha motivación, muchos cambios. Fue "un yo sola no puedo y juntas sí que sí, un yo no he venido a la universidad solo para estudiar" y han sido muchas crisis existenciales… En definitiva, ha sido mucho descubrimiento, pensamiento crítico, aprendizaje, puesta en valor del poder del colectivo y de los logros a los que podemos llegar; mucho trabajo en equipo, mucha reflexión, rectificación también, y una visión un poco más global del mundo. Es todo eso que debería ser la universidad.» Ella misma lanzó la pregunta clave: «¿qué está pasando para que esto no sea la universidad en sí misma? Pasa lo mismo que pasa en toda la sociedad. En la universidad está el potencial, la gente que no está desgastada, la gente con ganas de crear un mundo nuevo. Hay que aprovecharlo». Sin embargo, esta ingeniera asegura que falta «el sentimiento de colectividad, el sentimiento de que unidas podemos generar más cambio», y ha detectado «la distancia entre alumnado y profesorado, que muchas veces nos hace tener ciertos prejuicios como si fuésemos enemigos, cuando en realidad deberíamos ser aliados y trabajar juntos. Además, la universidad está dentro de la sociedad y a veces falta esa conexión».

Según Cristina Barrena, los estudiantes «vamos por un foco fijo: vengo a sacarme mi carrera y lo que hay alrededor es una distracción. Pues no, es un aporte. Hay que estar dispuesto a muchas cosas, primero a despertarse, porque quizás una vez abres los ojos ya no puedas cerrarlos, y también a deconstruir para poder construir encima y a ser paciente porque los cambios a largo plazo pueden ser de un mes, de un año o quizás no los vayamos a ver, pues serán para otras generaciones. Hay que estar dispuesto a ser un agente de cambio y a pasárselo a todo el mundo. Eso en sí mismo ya es hacer un cambio. El programa te lo explica».

 

El papel de la universidad

Escuchar la voz de los estudiantes universitarios es imprescindible: nuevos modelos de actuación, nuevos retos, nuevas exigencias… ¿Qué puede y debe hacer la institución? Para la vicerrectora de Globalización y Cooperación de la UOC, Pastora Martínez Samper, «la participación de toda la comunidad universitaria en las acciones de cooperación universitaria al desarrollo, y no solo en estas, es imprescindible por varios motivos. Por una parte, promoviendo espacios participativos y de cocreación de conocimiento podemos impulsar proyectos en los que el estudiantado se sienta mucho más involucrado y fomentar así el sentimiento de pertenencia y, a la vez, enriquecer estos proyectos gracias a sus aportaciones; por otra, tenemos una hoja de ruta, la Agenda 2030, que nos apela a todos, por lo que es imprescindible tener una comunidad concienciada sobre los retos actuales y dispuesta a contribuir con sus acciones a una sociedad más equitativa y un planeta más sostenible».

 

El perfil de los participantes

María del Mar Agüera: graduada en Periodismo por la Universidad de Sevilla, especializada en Documental y Reportaje Periodístico Transmedia en la Universidad Carlos III. Actualmente estudia el grado de Lengua y Literatura Españolas en la UNED. Ha publicado su primer poemario, muy reivindicativo, Bajándole las bragas a la poesía. Está inmersa en la redacción del segundo.

Lucas Barrero: graduado en Biología y Ciencias Ambientales por la Universidad de Girona. Actualmente cursa el máster de Agroecología en la Universidad Pablo de Olavide. Su preocupación por la crisis climática y medioambiental lo llevó a iniciar junto con cuatro compañeros el movimiento Fridays for Future en España.

Cristina Barrena: cooperante, ingeniera de Telecomunicaciones, con un máster de Tecnologías y Estrategias para el Desarrollo Humano. Ha trabajado en diferentes proyectos de cooperación en América Latina tanto en el ámbito de la energía fotovoltaica como en el monitoreo y el registro de información, y en diferentes actividades de concienciación y sensibilización aquí. Trabaja como técnica de proyectos en la Fundación EAS. Es exfacilitadora del proyecto Global Challenge en la Universidad Politécnica de Madrid.