«Debemos evitar que la transición de la fábrica a la plataforma comporte un retroceso de los derechos de las mujeres»

 Mayo Fuster

Mayo Fuster

06/05/2021
Gabriel Ubieto
Mayo Fuster, directora de la Cátedra Barcelona UOC de Economía Digital e investigadora del grupo Dimmons

 

En un momento en el que las plataformas digitales están en el centro del debate mediático, hasta el punto de que el Gobierno catalán prepara una nueva ley para empezar a regularlas, la UOC lanza, junto con el Ayuntamiento de Barcelona y Barcelona Activa, la nueva Cátedra Barcelona UOC de Economía Digital: Para una economía colaborativa centrada en el bienestar de las personas y el derecho a la ciudad (Cátedra_Abierta). Mediante esta cátedra se pretende estudiar la plataformización que está viviendo la economía, la cual se ha acelerado tras más de un año de COVID-19, según explica Mayo Fuster Morell, una de las impulsoras de esta iniciativa y directora de la Cátedra. En esta nueva cátedra, el personal investigador desarrollará MatchImpulsa, un programa de impulso transversalmente feminista que busca promover el cooperativismo de plataforma y acelerar la digitalización y la plataformización de la economía social, solidaria y colaborativa de las empresas y las organizaciones que actualmente operan en analógico.

¿Cómo podríamos definir la economía de plataformas?

Es un modelo de producción que se ha ido desarrollando con la adopción de las nuevas tecnologías. Se caracteriza por la producción, el intercambio y el consumo a través de grupos de personas distribuidas y que está mediado por una plataforma digital. Estamos en medio de una gran transición. Si antes la fábrica era la gran unidad de producción, ahora lo son las plataformas.

¿Hemos pasado de Ford a Uber?

Sí. Todo ello conlleva una reorganización de la vida, no solo de la economía. Y ahora, con la COVID-19, el proceso de plataformización digital se ha acelerado muchísimo, sobre todo con el teletrabajo. El número de personas que trabaja mediante plataformas es cada vez mayor. Y todas las empresas que trabajan con estos sistemas, sea para trabajar o para ofrecer servicios, también han crecido mucho.

Ahora las plataformas son una parte de la economía. ¿Dentro de unos años toda la economía será de plataformas?

Sí, no será cosa de un sector, puesto que este modelo de producción está irrumpiendo en todos los ámbitos de actividad económica.

La punta del iceberg que la gente puede tener ahora mismo en la cabeza de esta economía de plataformas son aplicaciones como Uber o Glovo. ¿Es casual que haya empezado por ahí este nuevo modelo?

Son los ámbitos que generan más controversia, pero no son ni los más grandes ni los primeros que aparecieron. Los primeros, en los años noventa, se dedicaban a la producción de conocimiento inmaterial, como la programación, o de contenidos educativos, como es el caso de la Wikipedia. Después ha habido varias oleadas de expansión y ahora estamos en la ola que comenzó en 2005, que es la más conocida mediáticamente. En esta, las plataformas han pasado a ofrecer servicios a las ciudades, como servicios de movilidad o de alojamiento turístico. La COVID-19 ha provocado que las plataformas se extiendan prácticamente a cualquier ámbito. El nivel de digitalización que deben tener las empresas debe ser muy superior al que tenían anteriormente y muchas han pasado a organizarse por medio de las plataformas.

Algunas de estas plataformas han generado polémica por el modelo laboral que utilizan y las condiciones precarias que imponen a las personas que trabajan para ellas. ¿Plataformas y precariedad son dos conceptos que necesariamente deben ir juntos?

No. Hay que diferenciar entre la economía de plataformas y el modelo de economía de plataformas. Plataformas como Uber responden a un modelo extractivista o también conocido como unicornio. Son grandes plataformas dominantes de un mercado, muy agresivas en su desarrollo, que funcionan a partir del desmantelamiento de los derechos laborales y que sobre todo se basan en la externalización de responsabilidades e infraestructuras. Un ejemplo son las empresas de bicicletas, que utilizan los aparcamientos públicos para estacionar y hacer negocio sin contribuir a su mantenimiento.

¿Cuál es la alternativa?

Mensakas, una cooperativa fundada por personas repartidoras. Ofrecen el mismo servicio, pero con contratos laborales en condiciones. Se conoce como cooperativismo de plataformas y Barcelona es un referente internacional. Representa una oportunidad de escalabilidad para la economía social, porque hasta ahora cuando una cooperativa llegaba en torno a los 250 trabajadores generalmente encontraba un tope de crecimiento. Gestionar una cooperativa con mucho personal era complejo y ahora, con las plataformas, las cooperativas pueden llegar a volúmenes de actividad que no conocíamos hasta el momento.

¿Qué otros ejemplos de cooperativismo de plataformas podemos encontrar?

Smart IB, que es una cooperativa cultural que se dedica a juntar personas autónomas. Estas facturan mediante Smart IB y la cooperativa les da una cobertura y una mutualización de servicios para asegurar que pueden trabajar en buenas condiciones. Ahora mismo trabajan 4.500 personas en España y más de 125.000 en Europa. Otros ejemplos son Som Mobilitat, una cooperativa catalana de alquiler de vehículos eléctricos compartidos, o Suara, una cooperativa de servicios de cuidado a las personas.

Ahora está a punto de salir la que se conoce como "ley rider", que será la primera norma en España que regulará explícitamente el trabajo en las plataformas digitales. ¿Cómo debe regular la Administración estas plataformas?

Debe hacerlo desde los diferentes ámbitos. En el ámbito europeo, la Unión Europea empieza a meterse y aquí tiene mucho peso la regulación de los datos. Pero las primeras que reaccionaron y que han sido más proactivas son las ciudades. Existe una red que se llama Sharing Cities —nosotros participamos en su creación— y que agrupa cincuenta ciudades de todo el mundo. Crearon una especie de sindicato de ciudades.

¿En qué consiste este sindicato?

Estas ciudades firmaron un acuerdo para regular y promocionar la economía de plataformas en beneficio del derecho de las ciudades. Desde Toronto o Nueva York hasta París, con gobiernos muy diferentes. Porque vieron que estas plataformas tienen mucho poder, a veces por encima del de las instituciones locales, y que era excesivo. Si Airbnb no tiene los datos en abierto, el Ayuntamiento de Barcelona no puede saber cuál es su volumen de actividad en la ciudad.

¿Lo consiguen?

Lo que se está confirmando, sobre todo a raíz de la COVID-19, es una tendencia de las ciudades a limitar estas plataformas más agresivas, como las relacionadas con la movilidad, a las que en los tribunales europeos les está yendo muy mal. En el caso concreto de Airbnb es diferente, porque la pandemia les ha parado la plataforma y no sabemos qué pasará cuando vuelva la actividad turística.

¿Qué podéis aportar a este debate desde la investigación?

Fuimos nosotros quienes impulsamos la creación de este sindicato de ciudades. Trabajamos en un marco de investigación-acción y esta será una de las marcas de la nueva Cátedra_Abierta. Uno de los temas en los que queremos poner más énfasis es en cómo los procesos de plataformización agudizan, mucho más que la economía industrial, la falta de equidad de género. Durante el confinamiento se ha visto, con la distribución desigual de las tareas de cuidados entre hombres y mujeres. Y también hemos visto un incremento exponencial de las violencias machistas. Las evidencias científicas disponibles apuntan a que la plataformización de la economía está comportando un retroceso de los avances de las últimas décadas en términos de igualdad de género.

¿Y qué proyectos emprenderéis?

Tenemos que ver cómo se puede evitar que la transición de la fábrica a la plataforma no comporte un retroceso de los derechos de las mujeres. Por ello, el programa MatchImpulsa para la digitalización y la plataformización de la economía social, solidaria y colaborativa en Barcelona, además de ofrecer capacitación, acompañamiento y financiación para la plataformización digital, apoya la aceleración y la implantación de medidas y planes de igualdad de las empresas y las organizaciones que participan.